Desde 1934, en el colegio de la Inmaculada, construido por los Jesuitas en 1889, se instaló el Regimiento de Infantería de Montaña Simancas n.º 40, por lo que pasó a conocerse como Cuartel de Simancas.
La Compañía de Jesús se disolvió en España, por decreto de 23 de enero de 1932, incautando el estado todos sus bienes, y entre ellos ese colegio gijonés de la Inmaculada. En 1932 se instaló en sus dependencias el Instituto Jovellanos. Tras la Revolución de octubre de 1934, este se convierte en cárcel y posteriormente pasa a alojar al regimiento de Simancas.
En julio de 1936, el jefe de ese Regimiento era el coronel Antonio Pinilla Barceló, que se sublevo y pretendió tomar el control de la ciudad. En el curso de los acontecimientos el cuartel acogió a los supervivientes del batallón de ingenieros del cuartel del Coto. El 21 de agosto fue asaltado por los milicianos y las fuerzas leales al gobierno republicano, con el apoyo de aviones y artillería.
En esos momentos en el interior del cuartel se encontraba Saturnino Lázaro Hernández, soldado natural de Serradilla del Arroyo, dado por muerto, pero del que no se pudo identificar el cadáver. Saturnino era hermano de Clotilde, Isabel, Laureana, María Pilar y Gonzalo Lázaro Hernández y estaba casado con Ana. Después de su muerte Ana se casó en segundas nupcias con José. Algunos años después, en los primeros de la década de los 40, en casa de sus padres en Serradilla aparecieron algunos personajes que traían la noticia de un pretendido conocimiento de que Saturnino estaba vivo, pero sin dar mayor información. Estos relatos no se concretaron en nada, pero alimentaron la ilusión de que hubiera podido salir con vida del cuartel de Simancas y quizás pasado a engrosar las filas del ejército republicano, y, por que no, sobrevivir a la guerra y cambiar de vida.
Dinamitero cruzando la calle para ir a tomar posiciones en la verja exterior del Cuartel de Simancas de Gijón, el 21 de agosto de 1936.





